las quejas del verdugo
¿Qué se hace con un ladrón?
Se le ahorca, naturalmente.
Se le cuelga en la plaza
y se le deja colgado en su cuerda
hasta que el sol lo chamusca
y la carne se desprende de los huesos.
Pero los otros ladrones robarán los huesos
y los subirán a las montañas:
Cuando se enciendan las luces en los pequeños pueblos
nos contarán
que una vez más se nos ha escapado
-y que hemos sido doblemente robados.
Furiosos tiraremos las macetas
y los frascos de especias por las ventanas
alzaremos una nube de harina
y destrozaremos los cajones de herramientas.
Haremos añicos los espejos
y levantaremos el suelo
para descubrir lo que robaron.
Luego oiremos un rugido triunfante.
Por todos los lados llegaremos corriendo a la plaza.
Los ladrones habrán robado uno de sus lados.
Colgaremos más ladrones.
Otros ladrones
nos robarán sus huesos.
Robarán otro lado de la plaza
luego toda la plaza
y luego otra plaza más.
Finalmente habrán robado todas las plazas.
Su ladronesca luz destellará
en lo alto de las crepusculares laderas de las montañas
y sus padres y primos
y sus delgadas sobrinas
intercambiarán miradas furtivas.
Pronto seremos una amarga minoría
nosotros, los verdugos.
Nos veremos obligados a alojarnos
en posadas pequeñas, dudosas
en los suburbios de las ciudades
donde nuestra jerga especial poco a poco se irá desarrollando
hasta convertirse en un idioma que nadie comprenderá.
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